**EXPERIENCIA ES EL NOMBRE QUE DAMOS A NUESTRAS EQUIVOCACIONES**
En todas y cada una de nuestras decisiones (tomar decisiones) y actuaciones, desde la más sencilla o simple a la más importante, tendemos a correr el riesgo de equivocarnos.
Pero no aceptar los errores, achacárselos a otros,
empecinarse en alcanzar la perfección, o ignorarlos pueden convertirse
en actitudes malsanas que empobrecen como personas.
Por este motivo, si aprendemos de los errores y
sabemos precisamente cómo aprender de ellos, si reflexionamos acerca de
nuestros propios fallos y siempre sacamos consecuencias positivas de los
mismos, creceremos tanto personal como psicológicamente.
Porque, fundamentalmente, conseguiremos superar las propias limitaciones de cada uno para vivir mucho más felices.
¿Qué significa aprender de los errores?
Aprender de los errores significa aceptar que hemos cometido un fallo, pero que aprendemos de él y lo tenemos en cuenta para no cometerlo nuevamente.
No en vano, aprendizaje viene a ser precisamente la
palabra con la que, en psicología, tratamos de describir la capacidad
para incorporar información y modificar nuestro propio comportamiento en
virtud de ella.
Todo aquello que nos gusta, que tememos, nuestras
propias aficiones, o incluso la forma en que reaccionamos ante los
problemas son producto de la huella que el paso por la vida va dejando
en nuestro cerebro.
Cómo aprender de los errores
Para aprender de los errores existen fundamentalmente dos armas principales: la imitación y el denominado como ensayo-error.
Cuando nacemos, y concretamente desde que comenzamos a
observar a los demás, aprendemos, ya sea imitando todo cuanto hacen
aquellos que nos rodean o bien practicando.
El error es fundamental para que los niños puedan
aprender, ya que le “enseña” que esa po
sición o que esa acción no es la
adecuada, de forma que tienden a aprender a través de la experiencia.
Esto es así, porque el ensayo-error nos permite
calibrar nuestra propia conducta, estableciendo principios de
causa-consecuencia con el objetivo de prever la repercusión de nuestras
futuras decisiones.
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